A diferencia de la gran
mayoría de las personas que lo están llorando o están tristes en estos momentos
, a mi no me sorprendió la noticia de la
muerte de Gustavo Cerati. Lo primero que pensé es que el paro respiratorio
ponía fin a su sufrimiento y por ende, el de su familia. Lo segundo que se me
vino a la cabeza, es que los rockeros, bonitos y educaditos, tienen que saber
que el tipo prefirió arder antes que oxidarse. En lugar de retirarse a
disfrutar de los dividendos que le dejó su paso por Soda Stereo, Gustavo eligió
seguir tocando, viviendo al límite y rodeado de jóvenes, hermosas mujeres, a
pesar de que un problema de salud se lo impedía. Si esto no es el rock, el rock
quien lo tiene o adónde está?. Al mismo tiempo con su muerte, se acaban los
amigos de turno hablando sobre su estado de salud y de un gesto que nunca
sucedió por el solo hecho de tener unos minutos de prensa. Por esas paradojas
que tiene la vida, Cerati empezó a perder o perdió su vida en mayo del 2010
cuando el ACV tocó su cuerpo al terminar su show en la Universidad Simón
Bolivar, de Caracas, Venezuela, un país al que muchos de los que idolatran al músico
no irían por el sistema de gobierno que
tiene, pero él fue. A partir de mañana, cuando su cuerpo sea sepultado, solo va
a quedar su legado musical que va a perdurar por los años de los años. A mi, me
queda el agradecimiento, porque cada vez que lo vi, como solista o con Soda,
nunca me defraudó.
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